Llegó hace casi 6 años y decidió quedarse en la provincia. Hoy, junto a su flamante esposo, Besim Assad, consolida un proyecto gastronómico en Santa Rosa. La ceremonia fue transmitida en vivo por El Diario y también se hizo a Siria y Rumania.
Haneen Nasser, la joven que escapó de la guerra en Siria y eligió La Pampa para vivir, contrajo este lunes matrimonio con quién ya era su pareja: el santarroseño, Besim Assad.
La ceremonia por civil, encabezada por el Juez de Paz Rubén Funes, fue transmitida en vivo por El Diario y también se hizo a Siria y Rumania.
En la actualidad, Haneen y Besim consolidan un proyecto gastronómico en Santa Rosa que se llama «Arabian».
Besim fue quien ayudó a Haneen ni bien pisó suelo pampeano: la ayudó como traductor (en inglés). “Fue amor a primera vista”, confesó el muchacho en una entrevista.
“La vi y sentí el flechazo… Al poco tiempo nos pusimos de novios. Y hace dos años que vivimos juntos. Haneen es muy graciosa… Y tiene un corazón muy grande. Además, igual que a mí, le encanta la música country”, agregó.
“Besim es muy dulce, educado… Yo soy todo lo contrario. ¡No tengo paciencia! Y él me calma”, comentó en aquella ocasión Haneen.
Este lunes a la mañana decidieron casarse formalmente. “Estoy muy feliz”, confirmó.
“Tengo mucha esperanza en el futuro… Ahora, por ejemplo, y después de tres años de trabajo, pudimos comprar algunas máquinas, como la que usamos para preparar la masa de las empanadas árabes. Así todo se hace más rápido”, detalló Haneen sobre el emprendimiento gastronómico.
«Vivir sin miedo»
-¿Qué es lo que más te gusta de vivir acá?, le consultó el diario Clarín en una entrevista publicada en noviembre del año pasado.
-La tranquilidad, vivir sin miedo a la guerra, saber que nunca me va a pasar nada. Además, Santa Rosa no tiene la locura de las grandes ciudades. Todo queda cerca. Te movés caminando o en bicicleta.
-¿Y qué pensás cuando escuchás que los argentinos se quieren ir del país?
-Lo entiendo, por supuesto. Si es para estar mejor, ¿cómo no se van a ir? Cada uno tiene sus prioridades… Tengo una vecina, Emilia, que es mi mejor amiga de Santa Rosa. Es licenciada en Comunicación social y se va a vivir un tiempo a Barcelona. Tiene ganas de desarrollarse profesionalmente allá. La voy a extrañar, por supuesto… Pero le dije: “si te gusta, te quedás”.
«Llamante» y salvadora
Haneen llegó a La Pampa gracias a Belén Nazer, una profesora de inglés de esa provincia que la había contactado por Facebook en 2012.
De apellido similar, aunque con “zeta” en lugar de “doble ese”, Belén se había propuesto completar su árbol genealógico y creyó que Haneen podía ser una prima, un vínculo que todavía no confirmaron.
Luego de ese contacto, y como parte del Programa Especial de Visado Humanitario para extranjeros afectados por el conflicto de la República Árabe Siria, Belén, que en aquel momento tenía 37 años y vivía sola en su casa de Parera, se convirtió en su “llamante”: la persona que se compromete a darle “alojamiento y manutención” al refugiado. Más que “llamante”, fue su salvadora.
Sin demasiado margen para el apego por lo material, Haneen viajó con un poco de ropa en una sola valija; su oso de peluche, llamado Zakaria; su notebook; un diccionario inglés-español; y dos libros, La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera; y Cartas a Milena, de Franz Kafka.
El «no» a Tinelli
En Ezeiza la recibieron como a una heroína, con flores, besos y abrazos. De alguna manera se había convertido en una celebridad: pocas horas después de su llegada, el Chato Prada, productor de ShowMatch, la contactó para ofrecerle participar en «Bailando por un Sueño» de Marcelo Tinelli, pero Haneen no aceptó.
En Siria, y después de un viaje en Turkish Airlines con escala en San Pablo, Haneen había dejado a su familia: su papá, Basam, ingeniero; su mamá, Fryal, ama de casa; y sus hermanos, Lilian, de 25 años, y Tarek, de 23. También renunció a su trabajo como barista en una cafetería e interrumpió sus estudios de fotografía e inglés.
Claro, no tenía demasiadas alternativas. Cinco años después de haber empezado (en 2011), la guerra civil sumaba más de 300 mil muertos. Las bombas explotaban en cualquier momento. Era una catástrofe. “La luz se cortaba a cada rato. Teníamos ocho horas de electricidad por día”, cuentó Haneen, que no sufrió la muerte de ningún “ser querido”.
Antes de viajar había vendido su cámara de fotos para pagar los 100 dólares del taxi hasta la embajada argentina en el Líbano, donde completó el trámite para su visa. Lo mantuvo en secreto: su papá, que ganaba 200 dólares mensuales, se hubiera sentido muy mal si se enteraba.
“La emoción de recibirla en Ezeiza fue muy grande. Revivimos la llegada de nuestros abuelos y, al mismo tiempo, nos permitió ser hospitalarios como los argentinos del 1900”, señaló Zulma Bedis, presidenta de la Asociación Árabe de Santa Rosa.
Zulma tiene dos hijos, Gian, de 24, y Juana, de 17. Y a esta altura considera a Haneen como parte de su familia. Podría decirse que es una «tía».
«En la Asociación siempre estamos dispuestos a ayudar al otro, a estar cerca… Y a Haneen le hizo muy bien: se sintió contenida», resaltó.
En su momento, Zulma fue clave para que Nasser pudiera mudarse a la Argentina. Activó el papelerío, difundió el tema… Luego, con el asunto resuelto, organizó la bienvenida en Santa Rosa, que incluyó un agasajo con comidas tradicionales coronadas por un plato más local, un gran vacío a la parrilla. Para completar la jornada, Zulma le regaló a la recién llegada una cámara de fotos.
Su paso por Parera
Ya instalada en Parera, los vecinos, que seguían su caso a través de los diarios y la televisión querían conocer a la chica de «mirada dulce».
“La gente la paraba en la calle, querían saber su historia y sacarse selfies con ella”, contó Belén, quien para que su huésped se sintiera más acompañada, le regaló un caniche al que llamaron «Joy».
Durante el primer mes, Haneen sufrió dolor de garganta, fiebre y tos, entre otros síntomas. Por si fuera poco, el malestar se manifestó con un sarpullido en la cara. «El estrés duele… Nunca había sentido un dolor así en mi cuerpo», confesó Haneen, todavía conmovida por el recuerdo.
Para sentirse más cerca de Latakia, su ciudad, usaba jabón de laurel, un producto típico de Siria. «Por suerte, cuando se me acabó el que traje en la valija, pude conseguir más…», reveló.
«Una señora armenia que vive en Buenos Aires me mandó una banda de jabones, sí, una muy buena cantidad… Y los paquetes hasta tenían el sello de Alepo, la ciudad donde se fabrican. Ahora se me volvieron a acabar y tendría que pedir otra vez», contó.
No hablar sobre la guerra con su familia fue la otra clave para sobrellevar el desarraigo. Cada vez que se contactaban, las charlas eran sobre «temas agradables»: cuestiones cotidianas, los proyectos de cada uno, qué iban a hacer cuando se reencontraran…
Su primer trabajo en La Pampa fue como maestra de inglés en un instituto en Realicó, a 30 kilómetros de Parera. Y en los ratos libres le sacaba fotos a todo lo que se le cruzara: plantas, animales, paisajes, el sol en pleno atardecer.
La mudanza a Santa Rosa
A los seis meses, y con ganas de “independizarse”, se mudó a una residencia de estudiantes en Santa Rosa, en la que vivió junto a otros siete jóvenes. Al mismo tiempo consolidaba su relación con Besim.
Volvió a Siria sólo de visita antes de la pandemia, en 2018, y se quedó algo más de un mes. Nunca dudó: su destino estaba en Santa Rosa. “Extrañaba a mi novio, mi trabajo, mi rutina…”, comentó.
Ubicada frente al mar Mediterráneo, en una zona que impacta por el color azul del agua, Latakia es un centro de turismo donde también se produce tabaco, aceituna, mandarina y naranja. Allí, a tres minutos de la playa, en un departamento en un cuarto piso viven sus padres y su hermano.
“No sientas nostalgia, no te arrepientas de lo que hiciste… Este país está muerto y no sabemos cuándo volverá a estar vivo”, le dijo su papá mientras Haneen se embarcaba rumbo a Sudamérica. Se lo dijo con crudeza, es cierto, pero también como una forma de animarla.
Su hermana Lilian también emigró; se recibió de arquitecta en Siria y cursa un máster de arte y diseño en Rumania. Los planes de su hermano Tarek son similares. Aunque todavía no definió el rumbo, dejará su país cuando termine la carrera de medicina. “Le falta un año”, detalló Haneen.
-¿Hay alguna chance de que tus padres o tus hermanos viajen a la Argentina?
-Por ahora, no. Mis padres, en todo caso, podrían llegar a seguir los pasos de mi hermano, que es el más chico de la familia… Es una idea que le podría atraer principalmente a mi mamá. Pero siempre nos dicen lo mismo: “ustedes vayan, hagan sus vidas…”.
-¿Cómo está Latakia hoy?
-De a poco se vuelve a levantar… El nuestro es un país acostumbrado a resurgir. El pueblo sirio se destaca por su coraje, su garra… Pero yo prefiero seguir en La Pampa.
Gentileza de El Diario de La Pampa