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Raíces: en menos de un año volvieron al país 79 científicos

El 70% de las y los repatriados tiene menos de 40 años. Y el 79% llegó para sumarse al Conicet. “La pandemia ayudó a varios a darse cuenta de la importancia de los desarrollos nacionales y la construcción de soberanía», aseguró Diana Español, jefa de Gabinete de la Secretaría de Planeamiento y Políticas de Ciencia, y coordinadora de Raíces.

Julián Naipauer es de Mercedes, provincia de Buenos Aires. Una docente de 4° año de la secundaria le inculcó el interés por la biología que lo llevó a graduarse de licenciado en Genética, en la universidad de Posadas. Luego partió a Miami junto a su esposa para hacer el posdoctorado, donde estudió el sarcoma de Kaposi, un herpesvirus que infecta células y las transforma para producir un cáncer de piel, que es el más frecuente asociado a los enfermos de HIV, con un objetivo central: si se conocen los mecanismos por los cuales este virus afecta a las células, se pueden pensar terapias para atacarlos y curar. Hoy no existen terapias para ese cáncer. Esa investigación hoy la continúa en la Argentina. Regresaron por extrañar “a las familias y los amigos”. Y porque conocieron Raíces, el programa del Ministerio de Ciencia que “ayuda a uno a tomar la decisión de volver”. No son los únicos. En menos de un año, y en plena pandemia, repatriaron 79 científicas/os. En 2019 volvieron solo 3.

Pero vayamos al principio. Y eso fue el 2003, cuando se creó Raíces en el ámbito del entonces Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, conducido por Daniel Filmus, hoy ministro de Ciencia, con el fin de recuperar a quienes migraron en los ’90. En 2008 la ley 26.241 lo reconoció política de Estado. Para diciembre de 2015 sobrepasaba los 1300 repatriados. Y como otros programas icónicos del kirchnerismo, fue desmantelado por la gestión macrista. En 2019, apenas tres investigadores regresaron al país.

Además, el área había sufrido un endeudamiento tan veloz como profundo. En diciembre de 2019, la Dirección Nacional de Promoción de la Política Científica reunía una deuda de 453 millones de pesos. Y el presupuesto del área era de apenas 25 millones. “Cuando asumimos tuvimos que renegociar la deuda con organismos internacionales y conseguir financiamiento adicional, así logramos una quita de 237 millones, y aumentamos el presupuesto. El año que viene va a ser de 345 millones”, destaca a Tiempo Diana Español, jefa de Gabinete de la Secretaría de Planeamiento y Políticas de Ciencia, y coordinadora de Raíces.

En diciembre de 2020, fue relanzado. En ese momento se anunciaron las primeras ocho repatriaciones de este “segundo tiempo”, como lo bautiza Español. Desde ese entonces se registraron 22 repatriaciones el año pasado, y 57 en 2021. El programa cuenta con un subsidio que cubre gastos internacionales de traslado y otros costos como los pasajes de las familias o la mudanza internacional. También promueve y articula con los concursos de institutos de investigación, universidades, y oportunidades laborales en empresas. Este año, por primera vez, llegó uno para trabajar en una firma privada. “Es importante abrir la puerta a empresas de base tecnológica, que antes no se hacía. Poder difundir en nuestras redes de científicos del exterior cuando hay búsquedas de trabajo”, enfatiza Español.

“La pandemia ayudó a varios a darse cuenta de la importancia de los desarrollos nacionales y la construcción de soberanía»

Diana Español

Las redes constituyen un eje central de esta nueva etapa. Este año incorporaron cuatro redes nuevas, en Brasil, España, República Checa y Nueva Zelanda, y pronto se sumarán México y China. En total son 17, con un promedio de 100 científicas/os en cada una. El 34% de los repatriados en estos 9 meses proviene de Estados Unidos. Le siguen Francia, Alemania y Canadá. “Hay países como España y Brasil con comunidades científicas de argentinos muy grandes, pero no regresan casi de estos lugares, posiblemente porque es más fácil la adaptación allá”, razona Español.

El 44% que retornó al país durante la pandemia tiene su área de conocimiento en las Ciencias Biológicas y de la Salud, y ocho de cada diez se afincaron en la Región Centro. “Eso replica los lugares donde el sistema científico argentino tiene más infraestructura y trabajo. Queremos revertir esto, federalizarlo más, trabajar más con las universidades, que en las provincias se conozca el programa”, resalta Español.

El 70% de las y los repatriados tiene menos de 40 años. Y el 79% llegó para sumarse al Conicet. “Las incorporaciones al Conicet, que registran un récord histórico, se dan en el marco de la inversión de 287 millones de dólares en Ciencia, Tecnología e Innovación para el período 2021-2026 a partir de un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo y de recursos del gobierno nacional”, destacó Filmus.

¿Por qué vuelven? “La pandemia ayudó a varios a darse cuenta de la importancia de los desarrollos nacionales y la construcción de soberanía –apunta Español–. Y cuando hablamos con ellos surge la expectativa que genera ver que la ciencia y la tecnología es prioridad de Estado”. Nombra dos medidas: la Ley de Financiamiento de Ciencia, que aumenta los recursos del área del actual 0,28% del PBI a un 1% en 2032. Y el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030, elaborado este año y de manera inédita consensuado con las provincias y las comunidades científicas argentinas en el exterior, que define “desafíos nacionales”, a mediano y largo plazo: Argentina Espacial, Bioeconomía para el Desarrollo Territorial, Pampa Azul, Argentina contra la Pobreza, la Desigualdad y la Vulnerabilidad Socioambiental; Salud Accesible, Equitativa y de Calidad; Transformación Digital, Transición al Desarrollo Sostenible y Transición Energética.

Alejandro Daniel Buren, por ejemplo, llegó de Canadá para trabajar en un sector estratégico: el Instituto Antártico Argentino. Javier Jaldín Fincati es doctor en ciencias químicas y “orgullosamente salteño”. Actualmente es investigador del Conicet en el Instituto de Patología Experimental de la Universidad de su provincia. “Vengo a traer nuevas líneas relacionadas con enfermedades no transmisibles, principalmente con las metabólicas crónicas como la diabetes, la obesidad y la arteriosclorosis”, describe. En 2015 emigró junto a su compañera a Canadá. “Empezamos a sentir la necesidad de volver porque extrañábamos mucho a la familia y entendíamos que el objetivo con el cual nos habíamos ido, que era formarnos y perfeccionarnos, ya había alcanzado un punto que considerábamos suficiente; y al mismo tiempo volver a desarrollar lo aprendido y contribuir al mejoramiento del sistema científico en Argentina. Es siempre gratificante como científico saber que tu país te está dando un apoyo para regresar, es decirte ‘te estamos esperando, queremos que vuelvas’”. Regresaron a su lugar en el mundo, con una salvedad: se fueron siendo dos, y ahora volvieron tres.

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