La modelo que nació hace 26 años y se identifica como quechua contó su proceso personal y político surgido a partir de su encuentro con el mundo de la moda.
Alma es una modelo indígena que descubrió que el modelaje era un posicionamiento político frente al racismo hacia las culturas originarias, un puente para mostrar otra belleza distinta a la hegemónica blanca y, sobre todo, para que las personas se reconozcan en sus propias identidades.
Se identifica como quechua, es modelo, estudió artes visuales, pinta y nació hace 26 años en el barrio porteño de Villa Pueyrredón, lugar elegido por su mamá y papá cuando emigraron a la Argentina desde Perú.
En la esquina de la estación de trenes de Pueyrredón es el encuentro con Télam, en una charla en la que reflexiona cada palabra y habla pausado sobre un proceso personal y político surgido a partir de su encuentro con el mundo de la moda.
«El modelaje me hizo el puente para entender mis vivencias», explica, y esa definición tiene su historia.
En 2019 su amigo fotógrafo Joaquín Soler le hizo fotos que luego presentó a concurso en Gran Bretaña y fue parte de una muestra colectiva en la ciudad de Manchester.
Ese mismo año la convocaron para una campaña de Limay, que produce ropa sin género centrada en los jeans y cuya comercialización está orientada hacia cooperativas de economías populares. Además de priorizar el cuidado ambiental, no hace retoques digitales en sus producciones visuales.
«Me di cuenta de que no hay personas con mis rasgos en las revistas de moda. Y no hay porque estamos despojadas de la belleza, nos relacionan con lo ‘feo’, lo marginal, la pobreza»ALMA
No era cualquier lugar el que convocaba a Alma.
«Tenía temor porque las modelos no tienen las mismas características que yo, y no considero que tenga un cuerpo hegemónico. Estaba preocupada», cuenta sobre su primera experiencia de modelaje, en la cual -dice- la hicieron sentir «cómoda y la pasé muy bien y fue un descubrimiento».
A partir de esa experiencia, se dio cuenta que las personas indígenas no están representadas.
A la par descubre en la tapa de Vogue a Yalitza Aparicio, la actriz indígena mexicana protagonista de la película Roma de Alfonso Cuarón, ganadora del Oscar.
Alma se identifica como quechua, es modelo, estudió artes visuales, pinta y nació hace 26 años en Villa Pueyrredón. Foto: Candelaria Lagos
«Fue muy movilizante, me atravesó. Jamás había visto a una persona con rasgos indígenas en un lugar tan importante. Y me di cuenta que no hay personas con mis rasgos en las revistas de moda. Y no hay porque estamos despojadas de la belleza, nos relacionan con lo ‘feo’, lo marginal, la pobreza. No se nos ve de otra manera. Recuerdo ver una revista con muchas fotos de persona blancas, donde aparecimos con nuestro rasgos sólo en una publicidad de Cáritas», comparte.
Aparicio se convirtió en la primera mujer indígena en ser nominada en los `premios Oscar en la categoría a mejor actriz, y tuvo que aprender a hablar mixteco para interpretar a Cleo en Roma.
También Alma está estudiando la lengua originaria de su familia, el quechua.
«Me reivindico quechua. No sé cuál pueblo porque dentro de lo quechua hay muchos. Y no tener claro de dónde vengo exactamente también es producto del racismo y del despojo. La mayoría de la familia trató de negar la identidad, esconderla. La lengua es lo mas importante para la recuperación y reconciliación con la identidad, porque sino estoy aislada de la cosmovisión», explica.
A su abuela materna, Sabina, muchas veces le pedían que no hablara en quechua, por vergüenza. Hoy, su nieta le pide que hablen la lengua originaria, un encuentro entre generaciones que reivindican su identidad.
«Mi ideal es que las personas racializadas se puedan interesar en reconciliarse con su identidad. Los pueblos indígenas han sufrido despojos y la invisibilización no es casual, responde a un modelo político que lo permitió»ALMA
«Yo no era antirracista, (pero) no tenía una comprensión total. Mis vivencias las vivía como una discriminación naturalizada por mí. No lo pensaba o profundizaba», dice Alma
También fue el proceso del modelaje la que la llevó a poner en palabras la vivencia.
Fue a un casting de la diseñadora Jazmin Chebar en el cual también estaba Nia Huaytalla: «Me encontré con esta hermana con mis mismos rasgos, nos reconocimos, fue muy loco. Ella hablaba del antirracismo y fue un descubrimiento», recuerda de ese momento.
A partir de allí, y en plena pandemia, sigue su camino junto a Telesisa. Se trata de un medio de comunicación indígena y -añade Alma- un espacio para empezar a recuperar nuestra identidad».
«La mayoría somos mujeres indígenas que nacimos en la urbanidad y que crecimos despojadas de mucho de nuestra cosmovisión, de nuestra lengua, costumbres, hay vacíos, cosas sin respuestas, vamos aprendiendo entre todas, es fortalecedor aprender a trabajar en comunidad, generamos vínculos», resume como mantra sanador.